La inversión de Tesla en Bitcoins contamina tanto como 1,8 millones de coches

El pasado mes de febrero Tesla anunció una inversión de 1.500 millones de dólares -unos 1.250 millones de euros al cambio- en Bitcoin (BTC), la criptomoneda más popular y cotizada. Y aunque puede ser una gran jugada para Tesla en términos económicos, esa inversión tiene un lado oscuro: produce tanta contaminación como millones de coches.

La inversión de Tesla en bitcoins tiene una huella de carbono equivalente a las emisiones anuales de 1,8 millones de coches de combustión interna, según estimaciones de Bank of America.

Analistas del equipo de investigación de materias primas del banco de inversión estadounidense han publicado un informe sobre el bitcoin, en el que concluyen que la criptomoneda tiene un gran impacto en el medio ambiente, un impacto que además no deja de crecer.

Según el informe de Bank of America, la cantidad de energía que usa la red de bitcoin ya es comparable a la de países como Grecia, Holanda y la República Checa. Si lo comparamos con empresas u otras entidades, el bitcoin requiere tanta energía al año como American Airlines o el Gobierno Federal de los Estados Unidos.

A un precio de 50.000 dólares por bitcoin, la moneda digital representa alrededor del 0,4 % del consumo mundial de energía. Con la revalorización de dicha criptomoneda, el consumo energético del bitcoin ha crecido más de un 200 % en los últimos dos años.

Según el estudio de Bank of America, comprar 1 bitcoin a 50.000 dólares tiene una huella de carbono de 270 toneladas, equivalente a unos 60 coches con motor de combustión interna. Una inversión de 1.000 millones de dólares produce, aproximadamente, emisiones equivalentes a 1,2 millones de coches a lo largo de un año (o a 12,7 millones de barriles de petróleo). Con estos datos en la mano, la inversión de Tesla, de 1.500 millones de dólares, tendría una huella de carbono equivalente a 1,8 millones de coches de combustión interna. No suena demasiado ecologista, siendo honestos.

Llegados a este punto, quizá haya gente preguntándose: «vale, pero ¿por qué contamina tanto el bitcoin?». Se debe a que el bitcoin funciona gracias a una red descentralizada de ordenadores “mineros” que procesan las transacciones a cambio de recompensas. A medida que la red crece, las tareas se hacen más difíciles y las recompensas -en términos de bitcoin- se hacen más pequeñas, lo que significa que se necesita más potencia de computación. Y mayor potencia de computación se consigue con más ordenadores y ordenadores más potentes, lo que a su vez conlleva un mayor consumo de electricidad.

El segundo problema es que la mayoría de estos ordenadores está en China. El 75 % de la potencia de los ordenadores “mineros” de bitcoin se encuentra en China, donde más de la mitad de la electricidad a nivel nacional procede de centrales de carbón altamente contaminantes. Dentro de China, la mitad de la minería de bitcoin está en la provincia Xinjian, donde la proporción de electricidad obtenida a partir de carbón es todavía mayor: el 80 % del total. Esto, lógicamente, se traduce en unas elevadísimas emisiones de CO2.

El Bank of America señalaba además una relación «relativamente lineal» entre los precios del bitcoin y el uso de energía; los precios más altos atraen a más mineros (ya que se obtienen mayores recompensas), lo que a su vez lleva a producir más emisiones. Según los analistas, «la creciente complejidad del sistema crea, en última instancia, un círculo vicioso medioambiental de aumento de precios, aumento de potencia, aumento del consumo de energía y, en última instancia, aumento de las emisiones de CO2».

​En el momento de la inversión, Tesla dijo que formaba parte de los esfuerzos de la compañía para «diversificar y maximizar el rendimiento de nuestro [dinero] efectivo». La empresa añadió que aceptará pagos en bitcoin en el futuro en sus coches eléctricos. Sin embargo, algunas voces críticas señalaron que el impacto medioambiental que genera el minado de bitcoins contradice las credenciales ecologistas del fabricante estadounidense.

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