Siempre me impresiona la convicción de muchos por presentar a Bitcoin como una isla invulnerable a factores externos. Es decir, las bajas o subidas siempre obedecen a causas internas. Las ballenas. Los indicadores técnicos. Los halvings. El comportamiento de los hodlers. En este ecosistema, existe una voluntad férrea a ignorar toda relación entre Bitcoin, el dólar, la economía y el S&P 500. Ceguera absurda.
Sin embargo, es evidente que el precio de Bitcoin depende bastante de factores externos. Las decisiones de la Reserva Federal, la fortaleza del dólar, la macroeconomía y los sentimientos en Wall Street. ¿No me creen? Bueno, las personas que siguen en detalle los mercados bursátiles saben muy bien de lo que estoy hablando. Bitcoin bajó durante la semana. Bitcoin rebotó. El S&P 500 también bajó durante la semana. El S&P 500 también rebotó. ¿Coincidencia?
Los inversores normalmente siguen tendencias. Obviamente es imposible conocer el futuro con exactitud. Pero, en líneas generales, es posible adivinar los grandes movimientos. No podemos anticiparlo todo, pero podemos anticipar algunas cosas. Después de todo, el futuro es creado por todos nosotros. Es decir, se construye. Lo que quiere decir que, si sembramos patatas y cuidamos la siembra es bastante probable que cosechemos patatas. Bien sabemos que hay muchos proyectos Fintech en desarrollo. Y todo parece indicar que el usuario quiere un mundo Fintech bastante diverso. Bitcoin es parte de esta tendencia. Y también podríamos decir que Defi es parte de esta tendencia.
Ahora bien, Bitcoin, en muchos sentidos, es un producto acabado. Bitcoin es una reserva de valor. Volátil y riesgoso, sí. Pero reserva de valor, al fin y al cabo. O, para usar un término más impopular, Bitcoin es un activo especulativo. Es una alcancía. Y la meta es hacer dinero. Así de sencillo. Es el pariente rebelde y temperamental del oro.
Claro que cuando hablamos de las llamadas plataformas inteligentes la cosa cambia radicalmente. En este caso, no estamos ante un producto acabado. De hecho, estamos ante un trabajo en proceso. Y aún no está muy claro todos los detalles de ese futuro. En el caso de las plataformas inteligentes, hay muchas más ambigüedades e incertidumbres. ¿Cómo será ese futuro? Bueno, no lo sabemos. Sabemos que algo viene, pero no sabemos mucho.